ANTONIO
BURGOS
| EL RECUADRO
Machín 100
Dijo Pemán aquello de que España es la nación de los grandes entierros de los personajes
a los que despreciaron, ignoraron, olvidaron y dieron de lado en vida, pero se le olvidó añadir que también España es el país
de los grandes centenarios.
-- Por ejemplo, Terry...
-- Eso, Terry. El centenario es una malla de seda que España le pone a
sus injusticias, una malla amarilla como el olvido.
Aquí no
eres nadie hasta que te mueres o hasta que se cumple el centenario de su muerte. Salvo don Antonio Garrigues, al que el cielo
ha concedido el preciado privilegio de contemplar su propio centenario en vida, aquí los grandes honores nunca los conoce
el interesado. A los pocos días del centenario en vida de
Garrigues, el de otro Antonio: Machín. Suben al cielo de la gloria a Machín entre dos gardenias, dos maracas, dos angelitos
negros, dos cucurruchitos de maní. Si te quieres con el pico divertir, no te vayas a comprar un cucurruchito de maní, por
lo que más quieras. Si te quieres divertir, contempla los fastos del
centenario en España. Por ejemplo, Machín.
Ahora
valoran a Machín y dicen que es el más grande de Sagua la Grande los mismos que cuando vivía le negaron toda calidad y lo
consideraron como un añadido mulato del franquismo, metiéndolo en el mismo saco que a Concha Piquer, a Quintero, León y Quiroga,
a la copla andaluza y a los Jardines de la Granja. Cuando Machín vivía, para muchos era reacción burguesa con maracas. Era
la Cuba que Castro, que era el bueno,
había mandado parar con la revolución y con el asesinato de muchos demócratas en los paredones de fusilamiento. Los que ahora
dicen que Machín era el mejor de los nacidos eran los mismos que creían encontrar a Cuba en los discos de Carlos Puebla y
Los Tradicionales, que era el mismo bolero y el mismo guaguancó de Machín, la misma guaracha y el mismo son, pero con la estrella
roja del Che Guevara y con el estalinismo con palmeras y ron que implantó la dictadura castrista.
Luego
el propio Castro, dejado de la mano de Dios de sus amiguetes soviéticos, dejó de considerar la música tradicional cubana como
reaccionaria, gusana y todo eso. Como los rusos ya no mandaban petróleo, igual que abrió la isla al turismo levantó la veda
de la guaracha y del guaguancó, sacó a todos los vejetes como Machín de los asilos y los envió a Europa, para que mandaran
a Cuba los dólares que producían los derechos de autor y las actuaciones de la vieja trova. Compay Segundo ha sido para el
régimen de Castro mucho más rentable en dólares que Pablo Milanés o que Silvio Rodríguez.
Machín
cayó en tierra de nadie y, encima, en Sevilla. Aquí, Machín no pasaba del disco del oyente de "Madrecita del alma querida", despreciado su arte, porque el son no estaba de moda, lo
que se imponía era la guaracha revolucionaria de cuatro vividores del
castrismo, antes incluso que Fidel vaciara los asilos. Allí, en su Cuba de Sagua La Grande, el castrismo ignoró a aquel mulatón
hijo de gallego que quiso ser cantante de ópera en una época en que despreciaban su color.
Sus últimos
años fueron de olvido, como la propia letra del
bolero que nunca cantó. Arrastró la decadencia de sus viejas maracas por teatros de pueblo, por plazas de toros, en los bolos
de espectáculos ínfimos en la España del destape. Todos estos que van a retratarse escanciando ron sobre su tumba ni se enteraron
de que había muerto en 1977. Por descontado que no escribieron articulo progresista alguno sobre sus dos maracas, sus dos
gardenias, sus dos angelitos negros. Machín entonces estaba en el todo a 100.